domingo, 21 de agosto de 2011

La belleza y otras tonterías

Andaba yo en las faldas del volcán Tungurahua, en un lugar llamado Baños. Este es un pueblito turístico donde hay baños termales y ha sufrido el ataque del volcán muchas veces a lo largo de su historia. Es más, en ese momento el volcán estaba en actividad y no se podía uno acercar mucho a sus faldas.

Habíamos llegado hasta un mirador, con un grupo de chicos españoles y mirábamos a la cima del volcán, envuelta en bruma, por tanto no se veía nada, solo nubes. Esperamos un rato y decidimos partir decepcionados por el mal tiempo.

Justo antes de partir la bruma se aparta y el pico nevado se eleva entre las montañas verdes y fértiles del oriente andino. Es una visión espectacular.

- Tampoco es para tanto, solo es una montaña nevada un poco más alta que las demás – dice una chica del grupo.

Mientras, ante mis ojos, el volcán adquiere las características de un dios antiguo y poderoso, que otorga la vida o la muerte, la fertilidad o la podredumbre, la buena o la mala suerte a los habitantes de sus dominios. Lo imagino chorreando lava candente por sus laderas, lo imagino poderoso formando el mundo, calentando el agua, creando vida. Y fascinado ante mis ojos corre ese mundo mágico en el que vivo, maravillado ante tanta belleza.

Despierto de mi ensimismamiento y corro tras los demás que ya andaban lejos. Y es entonces cuando pienso, que definitivamente, la belleza habita en los ojos del que mira.

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