domingo, 21 de agosto de 2011

Habitantes ocultos del bosque

Bolívar Tanguila es un buen amigo. Tiene el mejor karaoke del pueblo y siempre me recibe con una sonrisa, chuchuguaso y amabilidad. Un día que alcanzó el suficiente grado de confianza conmigo me explica sobre los habitantes ocultos de la Amazonía, con los cuales él ha tenido varios encuentros.

Uno de ellos, fue que un día caminando por la selva mientras caía el calor a chorros entre las copas de los árboles primarios y los mosquitos le atacaban con furia asesina vio en mitad del camino una persona que le cortaba el paso. Le llegaba por debajo del pecho y tenía una melena que le cubría el rostro, entre las manos sujetaba un hacha y aunque no le veía el rostro porque el cabello se lo envolvía, sabía que le estaba mirando fijamente. Según me dice es un duende que habita en los grandes árboles y que cuando se cruza en tu camino no puedes mostrar temor, no puedes correr, ni gritar, no puedes dejar que te huela el miedo. Si no, te mataría sin compasión y la selva te tragaría para siempre.

Así que lo miró fijamente, por lo que él cree que fueron horas, el rezando en su interior, en silencio, ni si quiera los ruidos habituales de la selva le rodeaban. Y al tiempo, el duende se acercó a uno de los árboles primarios y comenzó a golpearlo con la parte plana de la hoja del hacha y un ruido estridente y rítmico invadió el bosque. A eso que Bolivar se fue y dio gracias a la selva por haberle permitido vivir y se sintió orgulloso de sí mismo por haber sobrevivido gracias a su valor.

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