domingo, 21 de agosto de 2011

El indio muerto

El coche rebota entre las piedras de un camino tortuoso, la selva corre alrededor acariciando los cristales. Es temprano y la resaca de chicha del día anterior aún resuena en mi estómago. Mis acompañantes ríen y charlan mientras yo dormito contra el cristal. Vamos directos a una comunidad shuar a las orillas del río Pastaza.

De pronto pego el oído a la conversación. Narra el conductor que teniendo una vez prisa para salir de una comunidad, ya que le iba a alcanzar la noche en el bosque, le pidieron de llevar a un chico enfermo en el cajón de la camioneta. Accedió a regañadientes y salió disparado para el hospital. Justo antes de llegar le gritaron que parara, que el indio había muerto. El hombre sorprendido miró detrás y así era.

Todos en el coche reían, al parecer era una historia verídica pero divertida. Y en ese momento recuerdo las amenazas que recibí el primer día en el pueblo, donde me explicaron que la vida de una persona para los kichwas no vale más que la de un pollo.

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